viernes, 30 de noviembre de 2007

Pesadillas recurrentes

Ayer tuve un mal sueño, y recurrente. Desde que terminé la carrera (hace ya unos añitos), suelo tener un sueño que se repite más o menos cada cierto tiempo. Es algo muy sencillo, yo estoy con mi vida normal y, versión a) descubro que no sé sumar y que me faltan créditos para terminar la carrera o, versión b) me queda un maldito examen para terminar la carrera.

Vale, al final hubo un par de asignaturas que se me atascaron un poco. Estaba por ejemplo la bioquímica avanzada, que me gustaba tanto que la tuve varios años seguidos (y oigan, de verdad que me gustaba). Luego estaba la famosa AQF (Ampliación de Química Física) que era lo más chungo que se podía hacer sobre la faz de la tierra. No solo no conseguí entender más de un 20% de la asignatura, sino que era tan chunga que, en mi primer examen, descubrí que me había llevado una pregunta a casa y no la había entregado. Como sabía que "esa pregunta" sí estaba bien, al día siguiente me presenté a las 8 de la mañana -papel en la mano- para intentar que me la corrigiesen. Era tan chunga que hasta me dejaron... y me suspendieron, claro.

La cosa tiene su gracia, porque resulta que en aunque yo pensaba que me iba a librar de este tipo de "conocimientos" (los de la AQF fatídica), resulta que mi nueva elección de trabajo, va justo de este rollo. Karma: en otra vida debí de ser un auténtico cabronazo. El caso es que anoche soñé que en el último momento me había dado cuenta de que aun no había aprobado esa asignatura (memoria histórica le llaman). Por un lado llegaba como media hora al examen, por otro lado, no tenía -ni tengo- ni idea del tema.

Cuando por fin encontré la clase donde era el examen, empecé con la primera pregunta. Y tiene su gracia, porque era una sopa de letras donde había que encontrar palabras. Rápidamente conseguí encontrar la primera: jamón de guijuelo. Y ustedes me dirán que eso no está en absoluto relacionado con la química. Y lo sé, pero los sueños son así de divertidos, aunque estés en medio de una pesadilla.

La tercera gracia era que me desperté sufriendo a mitad de la noche y me dije, tengo que contarlo. El problema era que no sabía como se escribía guijuelo: ¿con diéresis? ¿llevará alguna hache rara? La solución llegó cuando volví esa tarde a mi casa: en la entrada había dos paquetes de comida recien llegada de españa. Y dentro, -entre otras cosas- un chorizo, un lomo, un jamón... ¿lo adivinan? ¡todo de guijuelo!

Jaja, entre esto y la botella de patxaran que me ha traido la Molinera de la madre patria estoy más contento que unas castañuelas. Y lo mejor de todo: ¡Coño! ¡Qué sí aprobé la carrera!


1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo llegué a buscar el título como loco después de despertar por una de esas pesadillas...menudo trauma, podriamos darle nombre a esa enfermedad mental, como el mal del fin de carrera o algo así.