lunes, 18 de febrero de 2008

No sirve de nada

Después de una rápida incursión por tierras Granainas me volví para Madrid. El punto anecdótico del viaje -no podía faltar- fue el de un finlandés al que le había robado todo el dinero en Valencia (iba borracho, decía) y que estaba sentado sobre su maleta en la puerta de la estación de autobuses.

- Sorry, do you speak english?- preguntaba.

Al final, después de mucho dar vueltas y de llamar a emergencias (maravilloso número, te salva tanto de un robo como de un ahogamiento incompleto en una isla lejana) acabamos en la calle Leganitos poniendo una denuncia. Hay que ver, Leganitos. Yo que soy un madrileño exiliado, eso de Leganitos me suena al superpoli... y claro, buscando a la poli estábamos. No sé que habrá sido de él, pero estaba tan mal que decía que quizá lo mejor para pasar la noche era que le encerrasen en comisaría.

Vaya, y el domingo tenía que coger el avión de vuelta a casa. En cuanto ví las colas kilométricas me dije que algo olía a podrido en dinamarca. O en Finlandia. El caso es que después de una hora en una cola que no se movía nada me empecé a preocupar. Pero no os penséis que era lo típico de "mi cola no se mueve, las de al lado mogollón". Lo que ocurría era que las cintas de las maletas estaban totalmente colapsadas. Vaya, más aun me preocupé cuando pusieron en mi cola el cartelito de "closed". Al final, con mis mochilas a cuestas dije ¿puedo llevar todo esto como equipaje de mano? La mujer que llevaba el cotarro me entrevió asomando la cabeza entre las bolsas.

- Sí, sí, ¿llevas líquidos?- preguntó. Estaba claro que a falta de 15 minutos para perder el avión no le iba a decir que sí, por lo que, tras sopesarlo, elegí poner mi mejor cara de seriedad (y descartar la risueñeidad).

- ¡Nopordios!- exclamé.

Total, que me dirigí al control de maletas con mis geles, mis pastas de dientes, mis deshorodantes y, aun diría más, mis cortauñas. Todo ello armas de destrucción masiva según la normativa vigente.

Como pueden adivinar, nadie me detuvo, nadie me preguntó que era eso que llevaba con pinta sospechosa en la maleta. Pasé mis líquidos por el control de seguridad y me subí al avión con la mejor de mis sonrisas. La próxima vez, me llevo una botella de agua en la mochila a ver qué pasa. Pongo a dios por testigo que nunca más volveré a pasar sed esperando en el aeropuerto!